Da Vinci convirtió su mural en el acertijo más grande de la
historia del arte: invitó a quien lo contemplara a sumarse a la inquietud de los
Doce tras recibir el anuncio de Jesús de que “uno de vosotros me traicionará” (Juan 13,21). De
hecho, Leonardo ha empujado a generaciones enteras a buscar a ese traidor,
sembrando su obra de curiosas trampas. Por ejemplo, ninguno de sus personajes
luce halo de santidad. En otras Últimas Cenas, una fórmula sencilla para
encontrar al renegado era localizar al único varón sin aureola sentado a la
mesa. Pero en la de Leonardo, ese truco no vale. Da Vinci tampoco sentó a Judas
Iscariote en un extremo de la mesa, ni lo subrayó pintándolo más feo que a los demás.
Los visitantes de la obra maestra deben recurrir a otras estrategias para
hallarlo, uno de los primeros en cruzar el claustro de los Muertos de Santa
Maria delle Grazie y en someterse a semejante prueba fue el escritor y poeta
alemán Goethe. En su “Teoría de los colores” Goethe utilizó el Cenacolo como
metáfora para explicar el misterio de la luz. Quería rebatir las tesis de Isaac
Newton utilizando para ello a Leonardo. Y es que, mientras que para el físico
inglés los colores no existen como tales, sino que se forman en nuestros ojos
dependiendo de la longitud de onda de la luz que recibimos, para Goethe eran
algo externo, real, que derivaban nada menos que de la eterna lucha de la luz y
las tinieblas. Un fenómeno casi místico, espiritual, que en "La Última Cena" estaba admirablemente representado en la división de la escena en una mitad
luminosa y otra en penumbras.
Josephin Péladan, escritor y dramaturgo parisino, traductor
al francés del “Tratado de la pintura”, llegó a la conclusión de que Leonardo
manejó cierta “ciencia de las imágenes”, un saber capaz de convertir a una mera
pintura en un objeto hipnótico, mágico, lleno de sabiduría. Algo, en
definitiva, muy superior a cualquier poema o composición musical.
Nicola Sementovski-Kurilo y el profesor de la Academia de
Bellas Artes de Roma Franco Berdini, teniendo en cuenta las obras de Ptolomeo,
Igino e Hiparco que Leonardo leyó, llegaron a interesantes conclusiones. Para
ellos, la Cena fue concebida como un modelo a escala del universo. En él Jesús,
como figura central, encarnaba al Sol, y los Doce a cada una de las
constelaciones del zodiaco. Visto así, la curiosa distribución de los
discípulos en cuatro grupos de tres, era coherente con la división de los
signos astrológicos asociados a los cuatro elementos de la Naturaleza (agua,
tierra, aire y fuego). Para Sementovski, “Leonardo terminó por representar así
la comunión entre lo divino y lo humano que, por otra parte, constituye la
esencia misma del cristianismo.
Pero el profesor Berdini llevó esa idea aún más lejos.
Estaba seguro de que para pintar a cada uno de los Doce, Leonardo se inspiró
en la descripción del zodiaco que Hiparco incluyó en el siglo II a.J.C. en su
hoy perdido catálogo estelar. Al inventor griego de la trigonometría y director
de la Biblioteca de Alejandría se le atribuyen, además, muchos de los detalles
gráficos que se asocian a los signos astrológicos. Así, cuando Leonardo pinta
en el extremo derecho de la mesa a Simón, lo asemeja al signo de Aries
dotándolo de una barba caprina propia del animal que lo representa. Judas
Tadeo, a su lado, encarna al signo de Tauro, por eso lo muestra como a un
morlaco a punto de embestir. Mateo es Géminis, la comunicación; eso explica sus
gestos con los brazos, invitando al diálogo, que es el rasgo más distintivo de
este signo. El siguiente grupo de tres comienza con Felipe, que se lleva las
manos al pecho como si fueran las tenazas de un cangrejo; Cáncer. O Santiago el
Mayor, que con sus brazos extendidos representa al signo más expansivo del
zodiaco, Leo. Tras él se ve la cabeza de Tomás, el incrédulo, que alza su dedo
al cielo tal y como el signo de Virgo lo hace en "Immagini del globo terrestre" del buen amigo de Leonardo, Durero.
El profesor Berdini extiende sus deducciones al resto de
discípulos: Juan, el afeminado discípulo que cruza sus manos junto al Mesías,
inclina su cabeza como el plato de la balanza de Libra. Judas, el traidor, se
revuelve sobre sí mismo como lo haría un escorpión. Y Pedro, hombre de
temperamento caliente, extiende un brazo sobre el cuello de Juan como lo haría
el jinete de Sagitario con su arco. Más psicológica es la atribución de Andrés
a Capricornio; el carácter cerrado, distante, del signo encuentra su reflejo en
el modo en el que pone por delante sus manos abiertas. La sociabilidad de
Acuario encuentra, según Berdini, su reflejo en Santiago el Menor que trata de
apaciguar con su mano la cólera de Pedro. Y finalmente, Bartolomé esconde al
signo de Piscis en la capa anudada que lo rodea, y que nos remite a la cuerda
que une a los dos peces de ese signo, según la representación de Hiparco.
Interesantes tesituras sobre esa obra De Da Vinci, pero también puede haberlo sin ninguna intención.
ResponderEliminar-------------------------------------------------
NuevoGrupoRisa http://nuevogruporisa.eu5.org
Hola Agustín, estoy de acuerdo contigo en que tal vez sea así, por ello es una hipótesis. En mi opinión es raro que no solo Da Vinci, sino que cualquier artista renacentista, descuide los detalles o haga algo al azar, ya que siempre suele haber una mano fuera de lugar, un gesto extraño, un nudo en una pieza de tela, una mirada equívoca... y aún más Da Vinci...amante de los acertijos y de los dobles sentidos.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Yo lo decía porque era la única posibilidad que no leo pero igualmente seguramente querrá decir algo, que nunca descubriremos lo que verdaderamente quería decir pero son muy interesantes las hipótesis. Además esta muy bien explicado solo falta un esquema de quién es quién pero vamos esta muy muy bien explicado. También te mando un saludo que la única vez que te he visto por el campús a sido de muy lejos, y es pero que te vaya todo bien, a mí por lo que conozco de los exámenes del primer cuatrimestre bien pero todavía puedo dar la vuelta que solo conozco dos y los tipo test son un asco no lo se si en CAFD pero en ADE son un ASCOOOOOOOOO.
ResponderEliminarTienes razón Agustín, pondré un esquema de quién es quién para aclararlo todo. Y un saludo para ti también, que hace mucho tiempo que no hablamos, a ver si algún día quedamos y rememoramos viejos tiempos. En cuanto a mis exámenes la verdad es que no me puedo quejar, algunas mejores que otros pero de momento todo bien. ¡Espero que te vaya bien todo Agustín!¡Un abrazo!
ResponderEliminarTambién espero que te vaya todo bien. Y quedamos cuando tú quieras y rememoramos/creamos lo que quieras elementos pasados, presentes, pasados o futuros. Excepto los lunes y los jueves cuando quieras
ResponderEliminar