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lunes, 30 de abril de 2012

Rembrandt (I)


                                Autorretrato ante el caballete

Nacido en Leiden, Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) -sin duda el principal representante de la escuela holandesa- pasó la mayor parte de su vida activa en Ámsterdam, donde su talento de retratista alcanzó un enorme éxito entre los ricos mercaderes de la nueva República de Holanda. En sus numerosos autorretratos juveniles, tuvo ocasión de estudiar a fondo los contrastes de luz y sombra, además de una gran variedad de expresiones, poses y ropajes. Más tarde, aplicó las soluciones elaboradas de este modo tanto a los retratos de funcionarios públicos y ciudadanos privados como a las obras de tema mitológico y religioso; aunque propuso esquemas compositivos innovadores, no descuidó la caracterización individual, en la cual alcanzó resultados de rara incisividad. El estilo de sus pinturas, grabados y dibujos de los últimos años experimenta un cambio decisivo. El dramatismo del Descendimiento (1633) cede paso a la atmósfera contemplativa de la pintura en la que dos figuras bíblicas -interpretadas por algunos críticos como David y Absalón- se dan un abrazo (1642), o de la Betsabé (1654). 
Los motivos de este cambio podrían encontrarse en la muerte de su mujer Saskia (1642) y de tres de sus cuatro hijos, así como en los gravísimos problemas económicos que al fin le obligaron a declararse en bancarrota (1656). Las obras de temática religiosa reflejan su sincera devoción protestante. A diferencia del católico Rubens, evita toda manifestación de fervor religioso, y prefiere penetrar en la íntima humanidad de las figuras bíblicas, captando en cada atmósfera las más variadas emociones. El rico catálogo de Rembrandt es objeto, desde hace algún tiempo, de una revisión crítica que tiende a negarle la paternidad de muchas obras atribuibles a su taller.

El descendimiento

Betsabé